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Quién fue Francisco de Asís

Quizás el nombre te sea familiar o conozcas algo de él: que nació en Asís en el año 1182, su amor por los animales ó que además celebramos su fiesta el 4 de Octubre. Pues eso no basta si te has dejado conquistar por su santidad. Conocerlo implica el descubrir lo que hay en su persona, lo que fascina, lo que contagia para luego involucrarnos en su Proyecto de vivir el Evangelio. Los santos no están ahí para mirarlos y sacarles polvo, existen en la Iglesia para ayudarnos a seguir el camino de Jesús.

Algunos hermanos de la Orden Franciscana, ya desde sus orígenes, se han dedicado a escribir sobre Francisco. Muchos, amigos cercanos, dan testimonio de su conversión radical a la Buena Nueva de Jesús, en contracorriente a la forma de vivir y expresar la espiritualidad de su tiempo.
En su ciudad natal Asís existieron marcadas clases sociales: Los Mayores, quienes tenían posición y riqueza, con influencia tanto política como religiosa. Estaban también los Menores, considerados entre ellos los campesinos, los pobres, los que tenían que trabajar para su sustento. La Familia Bernardone pertenecía a esta clase pues eran de sangre noble, pero podían participar de ellas si poseían riquezas debido a su trabajo.

Como es de suponer, Francis´co creció en un ambiente protegido, con el cariño de sus padres e incluso tuvo oportunidad de aprender el latín, idioma de su tiempo entre la nobleza. Participó en las cruzadas junto a sus amigos de juventud pues era un joven impetuoso que amaba la vida, la alegría y que tenía un ideal en su vida: Servir a un gran señor. Como no tuvo sangre noble había que ganarla. Él no se imagino que en su búsqueda de un ideal se encontraría gradualmente con alguien que le cambiaría totalmente su manera de ver y vivir la vida: el mismo Jesucristo.

Fueron varias las experiencias que tuvo Francisco en su proceso de conversión y que hicieron que pasara de ser hijo de un burgués con deseos de fama y grandeza a un pobrecillo que vive y depende de Dios. La experiencia de participar en las cruzadas y ser tomado prisionero le hizo palpar muy de cerca lo que es estar del lado “de los menores”, sin derechos, sin voz, sin lo necesario para vivir, en la cárcel, enfermo y por si fuera poco derrotado. Es allí donde él como en un sueño se siente cuestionado por el rumbo que hasta ese momento ha llevado en su vida y de que quizás no es el señor terreno a quien quiere servir. Las dudas lo invaden, entra en una crisis existencial que lo lleva a distanciarse de sus amigos de fiesta para encontrar en el silencio y la naturaleza la respuesta a esa búsqueda interior de aquel Señor que da sentido a la vida. Empieza así a mirar la vida como en un nuevo despertar, con ojos nuevos donde lo feo se vuelve hermoso y lo amargo agradable…


Una manera de vivir que contagia

Luego de su experiencia de fracaso en Perusa, guerra de la que volvió enfermo, se retira a vivir a las afueras de la ciudad. Ya nada de lo que le interesaba antes tenía el mismo valor. Allí despierta Francisco a  una nueva vida.
En uno de sus paseos por el bosque encuentra a un leproso y se acerca a él para abrazarlo pues descubre en aquel pobre, marginado de la sociedad a un hijo de Dios. Él ha descubierto en este tiempo que su Señor es digno de ser alabado en todas sus creaturas, que Dios está en lo pequeño y ama lo pequeño. Que no hay ningún señor sobre esta tierra pues todos somos siervos de un único Señor. Es así como escudriña las escrituras para descubrir lo que el Señor quiere de él y nace en él la pregunta: “¿Señor que quieres que haga?”

Abierto así su corazón ya estaba maduro para que el Señor le diera a conocer su voluntad. Un día en el que paseaba se encontró una capillita en ruinas en la que aún había una antigua cruz cuyo Cristo tenía un rosto alegre y parecía mirarle, era la Iglesita de San Damián. Francisco se siente atraído por la mirada de Jesús y tiene pena de que su Señor no tenga un lugar digno para ser alabado y de pronto siente que su pregunta respondida…”Francisco repara mi Iglesia”.

Luego de varios años viviendo como un pobre y buscando la voluntad de Dios, Francisco inicia su plan de reconstrucción de la Iglesita de San Damián. Él había dejado de lado un modo superficial de vivir que antepone la apariencia el tener y el poder para hacerse uno más con los menores de su tiempo, sin posesiones. Tomado por loco por sus contemporáneos sigue firme y fiel a la voz que le habla  en su interior. Y por si esto fuera poco sus amigos más cercanos, como Bernardo de Quintavalle, se acercan a él y descubren que lo que hace Francisco tiene sentido. Francisco nunca fue un insensato y mucho menos un tonto; quien lo conocía sabía de sus ideales y de sus convicciones, de su amor por la vida, de su nobleza de corazón y su deseo de dar la vida por una causa noble. Sus compañeros descubren que nada de eso ha cambiado en él que sigue siendo el mismo y que ahora se ha quitado la venda de los ojos para dejarse guiar por aquel que es la luz verdadera. Ellos contagiados por Francisco se unen prontamente a él para vivir como él.


Su proyecto: vivir el Evangelio

La pequeña fraternidad de hermanos junto a Francisco no se imaginó nunca en llegar a ser formalmente una familia Religiosa, lo que hoy llamamos ORDEN. En su búsqueda de la voluntad de Dios solía acudir a la Iglesia  y pedía que le leyeran el Evangelio. Un día dijo Francisco a sus hermanos: “busquemos en el Evangelio lo que el Señor quiere de nosotros”. Y fue así como consultando la Sagrada Escritura se encuentra con el siguiente texto: “No lleven nada para el camino, ni pan, ni alforja, ni dinero, ni sandalias, y anuncien a todos la Buena Noticia”(cf. Lc 10) La reacción de Francisco fue inmediata y llena de entusiasmo: “Esto es lo que quiero, esto es lo que busco esto es lo que haré con todas mis fuerzas.”
Y fue así como hizo del Evangelio de Jesús, de su Buena Noticia una norma de vida.


Abierto a Dios, a la creación a la humanidad

Abierto a Dios
para la creación,
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